Juan 17:19 y Hebreos 10:8-10 - La obediencia perfecta de nuestro Señor Jesucristo
¡Que Dios bendiga, hermanos! Estamos en Juan 17:19 donde Jesús declara en oración que se santifica a sí mismo por sus discípulos. Encontramos esta verdad también en Hebreos capítulo 10. Recomiendo que lea Hebreos 10:1-7 como entrada lo que estamos por examinar ahora. Note que en versículos 5, 6 y 7 que se cita el salmo 40, y ahora en el versículo 8, explica el autor lo que acaba de citar. Repite una parte de la cita: "Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley)"; es decir, las ofrendas y los sacrificios que los israelitas ofrendaron bajo la ley mosaica no le agradaron a Dios; no fueron suficientes para el perdón de pecados; luego explica en versículo 9: "Y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad;" en conclusión: "Quita lo primero" - es decir, los sacrificios por la ley mosaica - "para establecer esto último" - el hecho de que Jesucristo cumplió perfecta y suficientemente la voluntad de Dios, incluyendo el sacrificio de sí mismo en la cruz por nuestros pecados. Luego dice en versículo 10: "En esa voluntad somos santificados" - es decir, ¡estamos en un estado continuo y permanente de santificación por la obediencia del Señor Cristo Jesús! "En esta voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre."
Entonces, esta santificación de Jesucristo de sí mismo en Juan 17:19 tiene grandes consecuencias en toda nuestra salvación, y también en nuestras oraciones. Voy a mencionar sólo dos aplicaciones a nuestras oraciones. Primero, cuando oramos en el nombre de Jesús, reconocemos su superioridad sobre todos los sacrificios bajo la ley mosaica, sobre todo el sacerdocio establecido por Dios en el Antiguo Testamento, y confiamos que su obediencia perfecta es suficiente para que nuestras peticiones sean recibidas por Dios. Segundo, por Juan 17:19 y Hebreos 10:1-7 vemos que no intentamos ganar la aprobación de Dios por orar más que los otros, o por desvelarnos más que los otros, o por expresar una retórica más florida u original que los otros; nuestra santificación ante Dios no está establecida en la santidad que nosotros podemos alcanzar sino en la santidad que alcanzó el Señor Jesucristo, el que se santificó a sí mismo por nosotros. A él sea toda la honra, la gloria y el poder.
Entonces, esta santificación de Jesucristo de sí mismo en Juan 17:19 tiene grandes consecuencias en toda nuestra salvación, y también en nuestras oraciones. Voy a mencionar sólo dos aplicaciones a nuestras oraciones. Primero, cuando oramos en el nombre de Jesús, reconocemos su superioridad sobre todos los sacrificios bajo la ley mosaica, sobre todo el sacerdocio establecido por Dios en el Antiguo Testamento, y confiamos que su obediencia perfecta es suficiente para que nuestras peticiones sean recibidas por Dios. Segundo, por Juan 17:19 y Hebreos 10:1-7 vemos que no intentamos ganar la aprobación de Dios por orar más que los otros, o por desvelarnos más que los otros, o por expresar una retórica más florida u original que los otros; nuestra santificación ante Dios no está establecida en la santidad que nosotros podemos alcanzar sino en la santidad que alcanzó el Señor Jesucristo, el que se santificó a sí mismo por nosotros. A él sea toda la honra, la gloria y el poder.