Juan 17:21 y 1 Corintios 1:12-13 y 3:5-7 - La protección de una amenaza a la unidad en Cristo
¡Que Dios les bendiga, hermanos! En Juan 17:21, Jesús pide por la unidad de sus discípulos futuros, y dice: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros.” Y hemos hecho la observación que Jesucristo logró esta unidad por nosotros en la cruz, y nuestra responsabilidad es guardarla. Años después, el apóstol Pablo tuvo que reprender a los corintios varias veces por no guardar esta unidad en Cristo. Por ejemplo, en 1 Corintios 1:12-13 señala que había contiendas entre ellos por su devoción a ciertos predicadores y maestros sobre otros. Dice Pablo: “Cada uno de ustedes dice: Yo soy de Pablo (el apóstol que fundó la iglesia en Corinto y que estuvo con ellos por un año y medio, evangelizando e instruyéndoles en la palabra); y yo de Apolos (otro predicador conocido por el poder de su palabra que predicó en la iglesia después de Pablo); y yo de Cefas (otro nombre del apóstol Pedro que probablemente visitó a la iglesia en Corinto también).” Es decir, cada uno en la iglesia se identificaba con su predicador o apóstol favorito a expensas de los otros. Por eso, Pablo los reprende por decir: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por ustedes? ¿O fueron bautizados en el nombre de Pablo?” Es decir, por su devoción al ministro, ¡se les habían olvidado la unidad que Cristo había logrado por ellos en la cruz! Y Pablo no sólo indica su forma errónea de pensar, sino que la corrige también en 1 Corintios 3:5-7 por decir: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales han creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.” Por este ejemplo vemos que entre la diversidad de maestros, pastores, escritores y teólogos que Dios ha regalado a su iglesia por los siglos, guardamos la unidad por recordar que todos simplemente son servidores del Señor Jesucristo. Debemos darle gracias a Dios por sus ministerios, pero nunca debemos seguirlos con una devoción de identidad que sólo pertenece al Señor Jesucristo. Oremos con aprecio por sus labores en el Señor, sin olvidarnos que el propósito de sus ministerios nunca es el sacar gloria para sí mismo sino sólo dirigirnos hacia el que es digno de toda gloria y honra, nuestro Dios que da el crecimiento.