Juan 17:22 y 1 Juan 1:10 y 2:2 - Él es la propiciación por nuestros pecados
¡Que Dios les bendiga, hermanos! En Juan 17:22, Jesús dice: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.” Hoy miramos por la última vez el cumplimiento de esta petición de Jesús en 1 Juan capítulo 1. Versículo 10 dice: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” En otras palabras, no hay ninguna manera de tener la comunión con Dios fuera de una consideración de nuestro pecado; no hay ningún camino que nos permite acceso a Dios sin pasar por la cruz del Señor Jesucristo. No hay ninguna manera de tener la comunión con Dios fuera de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, derramada por nosotros en la cruz. Si decimos que no hemos pecado, si pensamos ser aceptados por Dios sin referencia a nuestro pecado, hemos menospreciado el evangelio, el único medio por el cual podemos tener comunión con él. Por eso, el apóstol Juan nos recuerda en 1 Juan 2:2: “Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” Su muerte en la cruz fue una ofrenda propiciatoria, la ofrenda que apaciguó la ira justa de Dios contra nosotros por nuestros pecados, la única ofrenda aceptable para quitar su ira justa, la ofrenda puesta por Dios mismo, según Romanos 3:25, para nuestra propiciación. No hay nadie en todo el mundo que pueda proponer o demandar otro medio de acceso a Dios. Entonces, cuando nos acercamos a Dios en oración, es apropiado que le agradezcamos por habernos puesto a su amado Hijo en propiciación por nosotros. Cuando oramos, es correcto que confirmemos nuestra seguridad completa y exclusiva en el sacrificio de su Hijo en la cruz por el perdón de nuestros pecados y el acceso que tenemos a su Presencia. Porque: “Si decimos que no hemos pecado,” (y pensamos tener comunión con él), “le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” Que reconozcamos en nuestras oraciones hoy que Jesucristo es la ofrenda propiciatoria completa y perfecta por nuestros pecados.