Juan 17:22 y 1 Juan 1:8-9 - Otro estorbo posible a la comunión con Dios: la autosuficiencia práctica
¡Que Dios les bendiga, hermanos! En Juan 17:22, Jesús dice: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.” Hoy continuamos nuestro estudio de esta petición de Jesús por la unidad en sus discípulos originales y futuros por ver su cumplimiento en 1 Juan capítulo 1. Examinamos ahora versículos 8-9, donde dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” Un estorbo posible en nuestra comunión con Dios y con los otros es descuidar la reflexión humilde sobre nuestros pecados y fallas, al punto que creemos que estamos bien espiritualmente, sin ninguna necesidad de prestar atención a las reprensiones de los otros ni aun a las reprensiones de la Sagrada Escritura. Podemos andar en la soberbia y pensar que no tenemos ninguna necesidad de arrepentirnos, o de pedir perdón de los otros o de crecer más en la obediencia, la fe o el amor. Puede ser que dejamos de considerar la santidad de Dios, y poco a poco nos acostumbramos a compararnos con los otros, y pensar que, como no pecamos de la misma manera que ellos, estamos en una condición espiritual mejor, y se nos olvida de depender diariamente en la gracia del Señor. Tal vez esta soberbia que imagina que llegamos a cierto estado de perfección diaria se revela en nuestra frustración regular con las fallas de otra persona en particular. O tal vez esta soberbia se revela cuando somos muy rápidos y completos para criticar a los otros, pero muy descuidados en escuchar la crítica, especialmente la crítica que Dios nos hace por medio de su palabra. Y si este descuido de nuestro estado espiritual personal viene acompañado con una prosperidad económica, la salud física y la aprobación social, podemos llegar a ser ciegos a nuestra dependencia completa, entera y diaria en la gracia de Dios por Jesucristo. Podemos endurecernos a tal punto que, aunque nunca jamás diríamos con la boca: “No tengo pecado,” nuestras acciones en sí revelan una autosuficiencia en práctica; y podemos actuar como si ya no necesitáramos a un Salvador. Podemos erróneamente pensar que sólo necesitamos a Dios para bendecir nuestros proyectos y planes, sin reconocer que constantemente lo necesitamos también para disciplinarnos, corregirnos, y limpiarnos. Podemos olvidarnos de que la meta de Dios no es hacernos autosuficientes, sino conformarnos a la imagen de su Hijo, y que estamos muy lejos de esta meta todavía. Como dice 1 Juan 1:8: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” ¿Qué hacemos, entonces, para evitar esta ceguera, esta hipocresía práctica que actúa como si ya no cometiéramos ofensas y pecados? Versículo 9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Si nos ponemos de acuerdo con Dios, si escuchamos su palabra, si dejamos de encubrir nuestro pecado y se lo declaramos abiertamente, si nos arrepentimos de nuestro pecado, ¡él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad! Pidamos hoy que abra nuestros ojos a nuestros pecados, para que los veamos tal como Dios los ve, para confesarlos a Dios y a las personas contra quienes hemos pecado, para pedir perdón de Dios y de las personas a quienes hemos maltratado y ofendido. Que nuestra falta de atención a nuestros pecados nunca sea un estorbo a la unidad y la comunión que Jesús pidió en Juan 17:22: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.” En cambio, que la gloria que nos ha dado por la cruz nos mantenga humildes y agradecidos para que confesemos rápidamente nuestros pecados y solícitamente guardemos la unidad que nos ha regalado.