Juan 17:23; Mateo 7:9-11; Juan 3:35; Colosenses 1:16,19-20 - El Padre le ha dado todo
¡Que Dios les bendiga, hermanos! Estamos en Juan 17:23 en que Jesús ora sobre sus discípulos presentes y futuros y le dice al Padre: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Estamos examinando el primer tema principal del versículo, él en que se basa todo el versículo, la relación de amor entre el Padre y el Hijo, una relación segura y exclusiva descrita por las frases “Tú en mí” y “a mí me has amado”. Hoy queremos observar una evidencia más de este amor en Juan 3:35. Dice: “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.” Considere primero lo que nosotros les damos a nuestros hijos por amor. Jesús hizo referencia a esta práctica en Mateo 7:9-11 cuando dijo: “¿Qué hombre hay de ustedes, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?” Luego dice: “Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas [o regalos] a sus hijos…” Pausemos aquí un momento. ¿Qué ha observado el Señor Jesús? Nosotros somos malos de naturaleza, por el pecado original que heredamos de Adán. Pero aun en nuestra maldad, sabemos dar buenos regalos a nuestros hijos, especialmente cuando vemos su necesidad. El amor del Padre, el que es bueno, santo, y perfecto en misericordia, el amor del Padre por nosotros, supera abundantemente aun el amor nuestro por nuestros hijos; como dice Jesús en Mateo 7:11: “Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” El amor de nuestro Padre celestial por nosotros supera aún el amor de los padres por sus hijos en esta tierra.
Pero considere otra vez: ¿qué le ha dado el Padre al Hijo según Juan 3:35? “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.” Le ha dado todo; y le ha dado autoridad sobre todo. Le ha dado de acuerdo con el Salmo 2:8: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.” Y le ha dado aún más, porque dice Colosenses 1:16 sobre Jesús: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.” Y unos versículos después, Colosenses 1:19-20 describe el gozo del Padre por entregarle todas las cosas en su mano: “Agradó al Padre que en él habitara toda plenitud, y por medio de él (por medio de Jesús) reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” El amor del Padre por el Hijo excede todo entendimiento. Va más allá de lo que podemos experimentar o imaginar; le ha dado autoridad y toda plenitud para glorificarse al reunir y reconciliar todas las cosas, visibles e invisibles, en él. Y es a base de este amor inmensurable, eterno, el amor del Padre por el Hijo, es a base de este amor que pide Jesús por pecadores como nosotros, salvos sólo por gracia, cuando pide por nuestra unidad y comunión con él y el Padre en Juan 17:23: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como a mí me has amado.” ¡La gloria sea al Señor Jesucristo por permitirnos entrar en este amor eterno, por habernos reconciliado con su sangre para que seamos incluidos en este amor divino!
Pero considere otra vez: ¿qué le ha dado el Padre al Hijo según Juan 3:35? “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.” Le ha dado todo; y le ha dado autoridad sobre todo. Le ha dado de acuerdo con el Salmo 2:8: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.” Y le ha dado aún más, porque dice Colosenses 1:16 sobre Jesús: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.” Y unos versículos después, Colosenses 1:19-20 describe el gozo del Padre por entregarle todas las cosas en su mano: “Agradó al Padre que en él habitara toda plenitud, y por medio de él (por medio de Jesús) reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” El amor del Padre por el Hijo excede todo entendimiento. Va más allá de lo que podemos experimentar o imaginar; le ha dado autoridad y toda plenitud para glorificarse al reunir y reconciliar todas las cosas, visibles e invisibles, en él. Y es a base de este amor inmensurable, eterno, el amor del Padre por el Hijo, es a base de este amor que pide Jesús por pecadores como nosotros, salvos sólo por gracia, cuando pide por nuestra unidad y comunión con él y el Padre en Juan 17:23: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como a mí me has amado.” ¡La gloria sea al Señor Jesucristo por permitirnos entrar en este amor eterno, por habernos reconciliado con su sangre para que seamos incluidos en este amor divino!