Juan 17:23 y 1 Juan 2:4-5; 4:12, 17-19 - La perfección de la unidad en el amor que echa fuera el temor
¡Que Dios les bendiga, hermanos! En Juan 17:23, Jesús ora al Padre diciendo: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” El amor eterno y seguro entre el Padre y el Hijo ahora se ha extendido a los discípulos, a los discípulos presentes y futuros del Señor, incorporándonos en su amor. La meta de esta unión, como dice Jesús, es: “Para que sean perfectos en unidad” o completos en unidad, sin ninguna deficiencia, y esta perfección logró por nosotros en la cruz.
Entonces, debemos preguntar: si ya tenemos esta perfección de unidad por la cruz, ¿cómo la manifestamos? Vamos a ver las respuestas que el mismo apóstol Juan nos da en su primera carta, empezando en 1 Juan 2:4-5. Dice: “El que dice: Yo le conozco” [es decir, si alguien dice que conoce a Dios]; “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.” Es decir, el amor de Dios nos ha llegado en perfección por la crucifixión del Señor Jesucristo, y ahora demostramos la perfección de este amor por guardar su palabra. Y más específicamente nos dice en 1 Juan 4:12: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” Es decir, en nuestra salvación, como ya vimos, hemos recibido el amor de Dios en su perfección. Y ahora, esta perfección en amor ponemos en evidencia cuando amamos activamente a nuestros hermanos en Cristo. Note que 1 Juan 4:17 también nos habla de esta perfección cuando nos dice: “En esto” (en la morada de Dios en nosotros), “en esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio.” En otras palabras, por el amor perfecto de Dios en nuestra salvación por la cruz, y por su morada presente en nosotros, no tendremos temor del día futuro del juicio. Miramos hacia la llegada de nuestro Señor Jesús para juzgar a los vivos y a los muertos, y lo esperamos sin temor porque por su cruz, ya hemos sido incluidos en el perfecto amor con el Padre; ya no estamos bajo su ira justa.
Y esto nos lleva a una conclusión muy gloriosa según 1 Juan 4:18: porque Dios nos ha amado con un perfecto amor que echa fuera el temor, nosotros podemos amar a nuestros hermanos con un amor perfecto, un amor seguro que echa fuera el temor también. Podemos amar a nuestros hermanos con un amor que echa fuera el temor del abandono, un amor que echa fuera el temor de la infidelidad. Podemos amar a nuestros hermanos con un amor que echa fuera el temor de la injusticia, o el menosprecio, o el racismo; podemos amarlos con un amor que echa fuera la ira, la amargura, y la enemistad. Podemos amarlos con un amor que echa fuera el temor de ser usados sólo para el cumplimiento de deseos sexuales, o para el aprovechamiento de su labor sin recompensa, o sólo para el aumento de ingresos. Podemos amar a nuestros hermanos con fidelidad, con integridad, con misericordia, con humildad, estimando siempre a nuestros hermanos como mejores que nosotros mismos. Podemos amar a nuestros hermanos de esta manera, porque como dice 1 Juan 4:19: “Él nos amó primero.” Entonces, para volver a nuestra pregunta original: si ya tenemos esta perfección en unidad que Cristo pidió en Juan 17:23, ¿cómo la manifestamos? Pues, manifestamos la perfección de esta unidad por obedecer la palabra de nuestro Señor, en particular por amarnos los unos a los otros con un amor que echa fuera el temor. Dios nos ha incluido perfectamente en su amor eterno por la sangre de Jesús, y por eso, podemos amar perfecta y audazmente a nuestros hermanos en Cristo; podemos compartir con ellos este mismo amor perfecto, seguro y eterno que el Padre nos ha dado en el Hijo.
Entonces, debemos preguntar: si ya tenemos esta perfección de unidad por la cruz, ¿cómo la manifestamos? Vamos a ver las respuestas que el mismo apóstol Juan nos da en su primera carta, empezando en 1 Juan 2:4-5. Dice: “El que dice: Yo le conozco” [es decir, si alguien dice que conoce a Dios]; “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.” Es decir, el amor de Dios nos ha llegado en perfección por la crucifixión del Señor Jesucristo, y ahora demostramos la perfección de este amor por guardar su palabra. Y más específicamente nos dice en 1 Juan 4:12: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” Es decir, en nuestra salvación, como ya vimos, hemos recibido el amor de Dios en su perfección. Y ahora, esta perfección en amor ponemos en evidencia cuando amamos activamente a nuestros hermanos en Cristo. Note que 1 Juan 4:17 también nos habla de esta perfección cuando nos dice: “En esto” (en la morada de Dios en nosotros), “en esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio.” En otras palabras, por el amor perfecto de Dios en nuestra salvación por la cruz, y por su morada presente en nosotros, no tendremos temor del día futuro del juicio. Miramos hacia la llegada de nuestro Señor Jesús para juzgar a los vivos y a los muertos, y lo esperamos sin temor porque por su cruz, ya hemos sido incluidos en el perfecto amor con el Padre; ya no estamos bajo su ira justa.
Y esto nos lleva a una conclusión muy gloriosa según 1 Juan 4:18: porque Dios nos ha amado con un perfecto amor que echa fuera el temor, nosotros podemos amar a nuestros hermanos con un amor perfecto, un amor seguro que echa fuera el temor también. Podemos amar a nuestros hermanos con un amor que echa fuera el temor del abandono, un amor que echa fuera el temor de la infidelidad. Podemos amar a nuestros hermanos con un amor que echa fuera el temor de la injusticia, o el menosprecio, o el racismo; podemos amarlos con un amor que echa fuera la ira, la amargura, y la enemistad. Podemos amarlos con un amor que echa fuera el temor de ser usados sólo para el cumplimiento de deseos sexuales, o para el aprovechamiento de su labor sin recompensa, o sólo para el aumento de ingresos. Podemos amar a nuestros hermanos con fidelidad, con integridad, con misericordia, con humildad, estimando siempre a nuestros hermanos como mejores que nosotros mismos. Podemos amar a nuestros hermanos de esta manera, porque como dice 1 Juan 4:19: “Él nos amó primero.” Entonces, para volver a nuestra pregunta original: si ya tenemos esta perfección en unidad que Cristo pidió en Juan 17:23, ¿cómo la manifestamos? Pues, manifestamos la perfección de esta unidad por obedecer la palabra de nuestro Señor, en particular por amarnos los unos a los otros con un amor que echa fuera el temor. Dios nos ha incluido perfectamente en su amor eterno por la sangre de Jesús, y por eso, podemos amar perfecta y audazmente a nuestros hermanos en Cristo; podemos compartir con ellos este mismo amor perfecto, seguro y eterno que el Padre nos ha dado en el Hijo.