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Juan 17:23 y 1:1,18 - Tú en mí

​          ¡Que Dios les bendiga, hermanos!  Estamos en Juan 17:23 en que Jesús ora sobre sus discípulos presentes y futuros y dice: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”  Identificamos 4 temas principales en el versículo: (1) la relación de amor entre el Padre y el Hijo, (2) la extensión de este amor a sus discípulos, y (3) la perfección en la unidad, (4) como testimonio al mundo.  Hoy miramos la fundación de este versículo en la relación entre el Padre y el Hijo.  Jesús la describe aquí por las frases “Tú en mí” y “a mí me has amado.”  Hace referencia a una relación estrecha y recíproca entre el Padre y el Hijo, descrita desde el primer versículo del evangelio de Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”  Note la expresión “En el principio”, que hace eco de Génesis 1:1, seguida por “era el Verbo”, que indica que el Verbo ya existía antes del principio.  “Y el Verbo era con Dios”; la preposición griega traducida “con” indica que el Verbo no sólo estaba al lado de Dios, ni sólo que lo acompañaba, sino que el Verbo y Dios se relacionaban mutua y estrechamente desde antes del principio.  Tenían una relación estrecha, y aun tenían la misma esencia divina, porque luego dice: “Y el Verbo era Dios.”  El Verbo no era creado, como vemos en Juan 1:3: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”  El Verbo, entonces, es eterno y distinto en su esencia de toda la creación que fue hecha por él.  Luego en 1:18, Juan vuelve a hacer referencia a esta relación estrecha y exclusiva entre el Verbo y Dios en nuevos términos de Padre e Hijo por decir: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”  Note que el uso frecuente de los títulos Padre e Hijo en todo el evangelio de Juan demuestran que uno los puede conocer sólo en relación del Uno con el Otro.  Más tarde, Jesús describe este conocimiento mutuo, completo y recíproco cuando en 10:15 dice: “El Padre me conoce, y yo conozco al Padre.”  Luego en Juan 10:30, Jesús dice: “Yo y el Padre uno somos”, y en 10:37-38 subraya esta relación especial puesta en evidencia por sus milagros: “Si no hago las obras de mi Padre, no me crean.  Mas si las hago, aunque no me crean a mí, crean las obras, para que conozcan y crean que el Padre está en mí, y yo en el Padre.”  Este conocimiento mutuo, completo y exclusivo también aparece Mateo 11:27 donde Jesús le alaba a su Padre y dice: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”  Y volviendo a Juan 17, Jesús hace referencia una vez más esta relación estrecha, mutua y exclusiva en versículo 5 al pedir: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuera.”  Entonces, cuando dice Jesús en Juan 17:23, “tú en mí”, hace una referencia muy breve a esta maravillosa relación entre el Padre y él, un conocimiento completo, mutuo, recíproco, y exclusivo de dos Personas eternas, iguales en la misma divinidad, uno en esencia, y unidos en comunión desde la eternidad y hasta la eternidad.  En pocas palabras, coloca su petición en la fundación más sólida que hay, en la relación que ha disfrutado con el Padre desde siempre y para siempre.  Por eso escuchamos con profundo agradecimiento mientras Jesús intercede por nosotros en este versículo, pidiendo al Padre de una manera que sólo él puede pedir por nosotros.
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