Juan 17:23 y 14:16-17 y Hechos 2:32-33, 38-39, 42-47 - La morada de Jesús en los suyos por el Espíritu Santo
¡Que Dios les bendiga, hermanos! En Juan 17:23, Jesús ora al Padre diciendo: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Y debemos preguntar: ¿Cómo morará Jesús en nosotros? La respuesta a esta pregunta no es difícil de encontrar; Jesús se lo explicó a los discípulos poco antes en Juan 14:16-17: “Y yo rogaré al Padre, y les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni lo conoce; pero ustedes lo conocen, porque mora con ustedes, y estará en ustedes.” El Espíritu Santo les será enviado a los discípulos después de la crucifixión, la resurrección y la ascensión de Jesús, cuando rogará Jesús a su Padre para que el Espíritu les sea dado a los discípulos.
Hechos 2 describe el cumplimiento de esta petición. El apóstol Pedro testifica públicamente de estos eventos en Hechos 2:32-33: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ustedes ven y oyen.” Y Pedro les invita a todos sus oyentes, presentes y futuros, a confiar únicamente en el Señor Jesucristo también en Hechos 2:38-39: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque para ustedes es la promesa, y para sus hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llama. Ese día unas 3000 personas son bautizadas… ¿y cómo manifiestan la presencia del Espíritu Santo en ellos? Por la unidad que pidió Jesús en Juan 17:23, ahora cumplida en Hechos 2:42-47: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” Lo que vemos hoy es que esta unidad manifestada famosamente en la temprana iglesia por la llegada del Espíritu Santo estaba fundada en la petición de Jesús en Juan 17:23, por su petición de poder morar en sus discípulos por el Espíritu Santo, para que sea evidente a todos la unidad y el amor dados por el Padre, y que el Padre ha amado a los discípulos como ha amado al Hijo. De nuevo, que elevemos acciones de gracias a nuestro Dios por integrarnos permanentemente en su amor eterno por el Hijo, por medio de su Espíritu Santo.
Hechos 2 describe el cumplimiento de esta petición. El apóstol Pedro testifica públicamente de estos eventos en Hechos 2:32-33: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ustedes ven y oyen.” Y Pedro les invita a todos sus oyentes, presentes y futuros, a confiar únicamente en el Señor Jesucristo también en Hechos 2:38-39: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque para ustedes es la promesa, y para sus hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llama. Ese día unas 3000 personas son bautizadas… ¿y cómo manifiestan la presencia del Espíritu Santo en ellos? Por la unidad que pidió Jesús en Juan 17:23, ahora cumplida en Hechos 2:42-47: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” Lo que vemos hoy es que esta unidad manifestada famosamente en la temprana iglesia por la llegada del Espíritu Santo estaba fundada en la petición de Jesús en Juan 17:23, por su petición de poder morar en sus discípulos por el Espíritu Santo, para que sea evidente a todos la unidad y el amor dados por el Padre, y que el Padre ha amado a los discípulos como ha amado al Hijo. De nuevo, que elevemos acciones de gracias a nuestro Dios por integrarnos permanentemente en su amor eterno por el Hijo, por medio de su Espíritu Santo.