Juan 17:23 y Efesios 1:3-5 - Predestinados para ser incluidos en el amor entre el Padre y el Hijo
¡Que Dios les bendiga, hermanos! Estamos en Juan 17:23 en que Jesús ora y le dice al Padre: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” El tema central del versículo – la relación de amor entre el Padre y el Hijo – ahora se extiende a los discípulos. Jesús refiere a la extensión de este amor en Juan 17:23 por las frases: “Yo en ellos” y luego en referencia al Padre: “Los has amado a ellos.” Algo que probablemente no reconocíamos cuando escuchamos el evangelio la primera vez con entendimiento, para arrepentirnos de nuestros pecados y poner nuestra seguridad completa en la cruz de Jesucristo, algo que probablemente no reconocíamos en ese momento, era el amor del Padre por nosotros. Sólo después, cuando leemos con el entendimiento del Espíritu Santo pasajes como Efesios 1:3-5, sólo después empezamos a entender mejor la abundancia de la gracia del Padre por nosotros en Cristo Jesús. Dice Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” Note que el Padre nos bendijo con toda bendición espiritual. No ha guardado aparte de nosotros ninguna bendición espiritual; no ha escondido de nosotros ninguna bendición para nuestro beneficio espiritual. Y toda esta bendición espiritual está ligada en los lugares celestiales, en la Persona de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, ¡le agradecemos al Padre! ¡“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”!
Pero Pablo no termina aquí, sino que continúa por revelarnos algo más que jamás habríamos entendido por nuestra experiencia: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo.” Es decir, antes del principio en Génesis 1:1, antes del inicio de la creación, el Padre nos escogió en el Señor Jesucristo. Nos escogió para convivir para siempre en el amor entre el Padre y el Hijo, por eso termina Efesios 1:4 por decir que nos escogió: “Para que fuéramos santos y sin mancha delante de él.” Antes del principio el Padre hizo toda la provisión necesaria para que el Hijo muriera en la cruz por nosotros, para que fuéramos completamente preparados en santidad para convivir en comunión con él y con el Hijo eternamente. Hoy queremos tomar en cuenta especialmente las próximas palabras, las primeras de versículo 5: “En amor habiéndonos predestinado”. No por ninguna obligación, no por debernos un favor, sino sólo por su amor, el Padre nos predestinó a entrar en comunión con él y el Hijo. Y en este amor puso como meta nuestra adopción, o como dice en medio de versículo 5: “para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo.” Desde antes del principio, la meta del Padre ha sido que compartiéramos su amor por su Hijo, no por verlo de lejos sino por ser integrados en este amor, por la adopción. El Padre predestinó todo para permitirnos llevar el mismo título que tiene Jesús, de ser hijos en él, para convivir para siempre en su familia, (volviendo a Efesios 1:5): “según el puro afecto de su voluntad.” Este amor abundante, iniciado en el Padre y completado por él en el Hijo, este amor eficaz, este amor no motivado por ninguna obligación en Dios, este amor manifestado en la cruz, en la resurrección, y en todo lo que es para nosotros Cristo Jesús, se nos lo ha predestinado el Padre desde antes de la fundación del mundo, para que conviviéramos con él y el Hijo para siempre, llevando por adopción el mismo título que su Hijo. Por eso, bendecimos el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo de acuerdo con Efesios 1:3, por habernos dado toda bendición espiritual en Él; por eso le agradecemos al Señor Jesucristo por haber pedido al Padre en oración de acuerdo con este amor en Juan 17:23: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”
Pero Pablo no termina aquí, sino que continúa por revelarnos algo más que jamás habríamos entendido por nuestra experiencia: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo.” Es decir, antes del principio en Génesis 1:1, antes del inicio de la creación, el Padre nos escogió en el Señor Jesucristo. Nos escogió para convivir para siempre en el amor entre el Padre y el Hijo, por eso termina Efesios 1:4 por decir que nos escogió: “Para que fuéramos santos y sin mancha delante de él.” Antes del principio el Padre hizo toda la provisión necesaria para que el Hijo muriera en la cruz por nosotros, para que fuéramos completamente preparados en santidad para convivir en comunión con él y con el Hijo eternamente. Hoy queremos tomar en cuenta especialmente las próximas palabras, las primeras de versículo 5: “En amor habiéndonos predestinado”. No por ninguna obligación, no por debernos un favor, sino sólo por su amor, el Padre nos predestinó a entrar en comunión con él y el Hijo. Y en este amor puso como meta nuestra adopción, o como dice en medio de versículo 5: “para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo.” Desde antes del principio, la meta del Padre ha sido que compartiéramos su amor por su Hijo, no por verlo de lejos sino por ser integrados en este amor, por la adopción. El Padre predestinó todo para permitirnos llevar el mismo título que tiene Jesús, de ser hijos en él, para convivir para siempre en su familia, (volviendo a Efesios 1:5): “según el puro afecto de su voluntad.” Este amor abundante, iniciado en el Padre y completado por él en el Hijo, este amor eficaz, este amor no motivado por ninguna obligación en Dios, este amor manifestado en la cruz, en la resurrección, y en todo lo que es para nosotros Cristo Jesús, se nos lo ha predestinado el Padre desde antes de la fundación del mundo, para que conviviéramos con él y el Hijo para siempre, llevando por adopción el mismo título que su Hijo. Por eso, bendecimos el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo de acuerdo con Efesios 1:3, por habernos dado toda bendición espiritual en Él; por eso le agradecemos al Señor Jesucristo por haber pedido al Padre en oración de acuerdo con este amor en Juan 17:23: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”