Juan 17:23 y Gálatas 2:20 - El amor del Padre y del Hijo por nosotros personal e individualmente
¡Que Dios les bendiga, hermanos! Estamos en Juan 17:23 en que Jesús ora y le dice al Padre: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Hemos visto que el tema central del versículo – la relación de amor entre el Padre y el Hijo – se ha extendido para incluir a los discípulos presentes y futuros en este amor eterno. Y hoy queremos preguntar: ¿Cómo responde un discípulo a su inclusión en este amor divino? Entre muchos ejemplos posibles, queremos hacer destacar la respuesta del apóstol Pablo en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Primero que todo queremos reconocer que, cuando Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, no está describiendo ninguna experiencia mística personal; no está describiendo ningún compromiso extraordinario ni nada reservado sólo para alguna élite espiritual. Al decir “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, está describiendo la realidad de cada cristiano que ha depositado su fe en el Señor Jesucristo. Cada cristiano ha sido unido en la crucifixión del Señor por fe. Por la gracia del Padre en su Hijo Jesús, hemos sido unidos juntamente con Él. Cada uno de nosotros los cristianos podemos decir con toda seguridad y agradecimiento: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, y de acuerdo con Pablo podemos decir la próxima parte del versículo: “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí.” Así reconocemos los cristianos el señorío de Jesucristo: Él es el Señor de todo el universo, y en una forma especial y personal, es el Señor de todos nosotros los suyos individualmente también. “Él es mi Señor” podemos decir con Pablo, con tanta seguridad e intimidad que podemos decir: “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí.” Pero somos responsables por nuestras acciones todavía; tomamos decisiones verdaderamente; actuamos según nuestra voluntad; así entendemos con Pablo cuando dice: “Lo que ahora vivo en la carne”. Crucificados juntamente con Cristo, bajo su señorío completo, vivimos e interaccionamos con este mundo. “Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios”. Mi diario vivir está integrado en la realidad de esta relación con el Padre, por el Señor Jesucristo; esta relación no sólo informa, sino que guía, todo lo que hago. Y ahora llegamos a la última parte del versículo, la parte en que queremos subrayar hoy: “El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” El Señor Jesucristo, como el Padre, nos amó. Lo manifestó al ser crucificado por nosotros, para lograr nuestra salvación. Como hemos visto en las meditaciones más recientes, este amor sobrepasa nuestra comprensión, supera toda la creación y es completamente seguro. Y lo experimentamos personalmente: “El cual me amó” y “se entregó a sí mismo por mí” dice Pablo en Gálatas 2:20. El amor que hemos examinado en las últimas meditaciones no es sólo un ejercicio intelectual; como Pablo, contemplamos, procesamos, experimentamos y nos maravillamos de este amor personal e individualmente por la fe en el Señor Jesucristo, demostrado y logrado por su crucifixión por nosotros en la cruz. Como Pablo, conocemos personalmente el que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, al punto de poder decir individualmente: “El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Así que, cuando consideramos la oración de Jesús por sus discípulos presentes y futuros en Juan 17:23, la entendemos personal e individualmente también: El Señor Jesús está en mí, y el Padre me ha amado a mí como ha amado a su Hijo. ¡La gloria sea al Padre en agradecimiento por el amor que nos ha dado a cada uno de nosotros individualmente por su Hijo, Jesucristo!
Primero que todo queremos reconocer que, cuando Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, no está describiendo ninguna experiencia mística personal; no está describiendo ningún compromiso extraordinario ni nada reservado sólo para alguna élite espiritual. Al decir “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, está describiendo la realidad de cada cristiano que ha depositado su fe en el Señor Jesucristo. Cada cristiano ha sido unido en la crucifixión del Señor por fe. Por la gracia del Padre en su Hijo Jesús, hemos sido unidos juntamente con Él. Cada uno de nosotros los cristianos podemos decir con toda seguridad y agradecimiento: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, y de acuerdo con Pablo podemos decir la próxima parte del versículo: “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí.” Así reconocemos los cristianos el señorío de Jesucristo: Él es el Señor de todo el universo, y en una forma especial y personal, es el Señor de todos nosotros los suyos individualmente también. “Él es mi Señor” podemos decir con Pablo, con tanta seguridad e intimidad que podemos decir: “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí.” Pero somos responsables por nuestras acciones todavía; tomamos decisiones verdaderamente; actuamos según nuestra voluntad; así entendemos con Pablo cuando dice: “Lo que ahora vivo en la carne”. Crucificados juntamente con Cristo, bajo su señorío completo, vivimos e interaccionamos con este mundo. “Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios”. Mi diario vivir está integrado en la realidad de esta relación con el Padre, por el Señor Jesucristo; esta relación no sólo informa, sino que guía, todo lo que hago. Y ahora llegamos a la última parte del versículo, la parte en que queremos subrayar hoy: “El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” El Señor Jesucristo, como el Padre, nos amó. Lo manifestó al ser crucificado por nosotros, para lograr nuestra salvación. Como hemos visto en las meditaciones más recientes, este amor sobrepasa nuestra comprensión, supera toda la creación y es completamente seguro. Y lo experimentamos personalmente: “El cual me amó” y “se entregó a sí mismo por mí” dice Pablo en Gálatas 2:20. El amor que hemos examinado en las últimas meditaciones no es sólo un ejercicio intelectual; como Pablo, contemplamos, procesamos, experimentamos y nos maravillamos de este amor personal e individualmente por la fe en el Señor Jesucristo, demostrado y logrado por su crucifixión por nosotros en la cruz. Como Pablo, conocemos personalmente el que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, al punto de poder decir individualmente: “El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Así que, cuando consideramos la oración de Jesús por sus discípulos presentes y futuros en Juan 17:23, la entendemos personal e individualmente también: El Señor Jesús está en mí, y el Padre me ha amado a mí como ha amado a su Hijo. ¡La gloria sea al Padre en agradecimiento por el amor que nos ha dado a cada uno de nosotros individualmente por su Hijo, Jesucristo!