Juan 17:23 y Romanos 8:38-39 - La seguridad del amor dado por el Padre y el Hijo
¡Que Dios les bendiga, hermanos! En Juan 17:23, Jesús dice en oración: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” El tema central del versículo – la relación de amor entre el Padre y el Hijo – se ha extendido a los discípulos; esto sabemos por las frases: “Yo en ellos” y luego en referencia al Padre: “Los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Hoy queremos reconocer la seguridad de este amor. Según lo que leemos en Romanos 8:38-39, el Padre contestó esta petición de su Hijo. Acompáñeme por leer este pasaje con la Biblia abierta; así esta meditación será más entendible.
El apóstol Pablo empieza: “Por lo cual estoy seguro”. Debido a todo lo que ha dicho hasta este punto en la carta a los romanos sobre la justificación por fe en Jesucristo en Romanos 3 y 4, sobre nuestra unión con Jesucristo por la misma fe en Romanos 6, sobre nuestra liberación del pecado y de la muerte por el Espíritu Santo según Romanos 7, sobre nuestra adopción a la familia de Dios por el Espíritu según Romanos 8, y por el reconocimiento de que Dios antes nos conoció, nos predestinó, nos llamó, nos justificó y nos glorificó; debido a todo lo que Dios ha hecho por nosotros según los primeros 8 capítulos de esta carta, Pablo por la inspiración del Espíritu Santo puede decir: “Por lo cual estoy seguro”. Lo que está por decir es la conclusión ciertísima de todo lo que Dios ha hecho desde antes de la historia, hasta el día de hoy y para siempre. “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida.” Ahora, la muerte causa una gran separación; nos separa de todos nuestros seres queridos en la tierra; nos separa de todos los que tienen vida; con la muerte se acaba cualquier relación con este mundo; pero, según este pasaje bíblico, hay una cosa de que la muerte no nos puede separar. “Ni la muerte, ni la vida”. Tampoco la vida nos puede separar de lo que Pablo está por describir; no hay nada que puede pasar en la vida que nos puede separar. Y fíjese en esta totalidad: “Ni la muerte, ni la vida”; pues, ¿qué más hay? Sólo hay la muerte o la vida, y si ninguna de las dos nos puede separar de algo, lo que está por describir Pablo tiene la seguridad más estable; es aún más segura que la muerte y la vida. “Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades”. No importa quiénes serían los seres espirituales en nuestra contra, no importa su autoridad; no tienen ni el poder ni la autoridad para separarnos de lo que Pablo está por identificar. “Ni lo presente, ni lo por venir”. No hay nada que pueda pasar hoy, ni nada que pueda pasar mañana, ni nada que pueda pasar en mil años, que nos puede separar de lo que Pablo está por describir. Aunque hayan pasado milenios y todos se han olvidado de nosotros, aunque ya no exista ni el detalle más mínimo en esta tierra de que existíamos, todavía hay algo completamente seguro. “Ni lo alto, ni lo profundo”; la seguridad que está por describir Pablo no está limitada por el espacio, ni por el tiempo, ni por el poder ni la autoridad, ni por la vida ni por la muerte, y si había aun la duda más pequeña, añade Pablo: “Ni ninguna otra cosa creada”. No hay nada en toda la creación con la capacidad de hacer… de hacer, ¿qué? “Ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Somos unidos permanente e indivisiblemente en el amor eterno entre el Padre y el Hijo, de acuerdo con la petición de nuestro Señor Jesucristo en Juan 17:23, la unión lograda por la muerte del Señor Jesucristo en la cruz por el perdón de nuestros pecados y por nuestra justificación. ¡La gloria sea a nuestro Dios por esta seguridad permanente!
El apóstol Pablo empieza: “Por lo cual estoy seguro”. Debido a todo lo que ha dicho hasta este punto en la carta a los romanos sobre la justificación por fe en Jesucristo en Romanos 3 y 4, sobre nuestra unión con Jesucristo por la misma fe en Romanos 6, sobre nuestra liberación del pecado y de la muerte por el Espíritu Santo según Romanos 7, sobre nuestra adopción a la familia de Dios por el Espíritu según Romanos 8, y por el reconocimiento de que Dios antes nos conoció, nos predestinó, nos llamó, nos justificó y nos glorificó; debido a todo lo que Dios ha hecho por nosotros según los primeros 8 capítulos de esta carta, Pablo por la inspiración del Espíritu Santo puede decir: “Por lo cual estoy seguro”. Lo que está por decir es la conclusión ciertísima de todo lo que Dios ha hecho desde antes de la historia, hasta el día de hoy y para siempre. “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida.” Ahora, la muerte causa una gran separación; nos separa de todos nuestros seres queridos en la tierra; nos separa de todos los que tienen vida; con la muerte se acaba cualquier relación con este mundo; pero, según este pasaje bíblico, hay una cosa de que la muerte no nos puede separar. “Ni la muerte, ni la vida”. Tampoco la vida nos puede separar de lo que Pablo está por describir; no hay nada que puede pasar en la vida que nos puede separar. Y fíjese en esta totalidad: “Ni la muerte, ni la vida”; pues, ¿qué más hay? Sólo hay la muerte o la vida, y si ninguna de las dos nos puede separar de algo, lo que está por describir Pablo tiene la seguridad más estable; es aún más segura que la muerte y la vida. “Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades”. No importa quiénes serían los seres espirituales en nuestra contra, no importa su autoridad; no tienen ni el poder ni la autoridad para separarnos de lo que Pablo está por identificar. “Ni lo presente, ni lo por venir”. No hay nada que pueda pasar hoy, ni nada que pueda pasar mañana, ni nada que pueda pasar en mil años, que nos puede separar de lo que Pablo está por describir. Aunque hayan pasado milenios y todos se han olvidado de nosotros, aunque ya no exista ni el detalle más mínimo en esta tierra de que existíamos, todavía hay algo completamente seguro. “Ni lo alto, ni lo profundo”; la seguridad que está por describir Pablo no está limitada por el espacio, ni por el tiempo, ni por el poder ni la autoridad, ni por la vida ni por la muerte, y si había aun la duda más pequeña, añade Pablo: “Ni ninguna otra cosa creada”. No hay nada en toda la creación con la capacidad de hacer… de hacer, ¿qué? “Ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Somos unidos permanente e indivisiblemente en el amor eterno entre el Padre y el Hijo, de acuerdo con la petición de nuestro Señor Jesucristo en Juan 17:23, la unión lograda por la muerte del Señor Jesucristo en la cruz por el perdón de nuestros pecados y por nuestra justificación. ¡La gloria sea a nuestro Dios por esta seguridad permanente!